miércoles, 26 de abril de 2017

COMER JUNTOS o la segunda dimensión de la GASTROFELICIDAD.


Como indico en la publicación de referencia de este blog, coincido con el chef Santi Santamaría cuando denuncia: “…no cocinar, como está sucediendo, es una gran pérdida patrimonial, porque cambia el comportamiento en casa. Y es una pérdida emocional, porque se dejan de trasladar sentimientos”.

Y es que posiblemente la comida rápida nos esté dirigiendo hacia una alimentación sin sentimientos que llena la barriga pero vacía el corazón, y que engorda a lo ancho pero ahueca a lo hondo. Y esto es consecuencia del desencuentro con el otro cuyo reflejo necesitamos para ejercer nuestra humanidad.

¿Por qué cuando celebramos algún acontecimiento vital de gran alcance biográfico (nacimiento, boda, cumpleaños) lo hacemos a través de una comida a la que invitamos a los próximos? Más allá de los convencionalismos y protocolos sociales es claro que el banquete es la máxima expresión del compartir y la solidaridad.

Como indican Aduriz e Innerarity (2012, 248): “Sea lo que sea una buena vida, tiene que incluir el gozo común de la comida convival, <un buen banquete en buena compañía>, como decía Kant.

Es difícil comer estando disgustado con alguien. Lo más normal es que nos levantemos de la mesa y dejemos de comer. Son actos (comer y estar enfadados) que se excluyen mutuamente. Para comer con alguien con el que no quiero estar, mejor comer solo.

Participar de la comida en colectividad genera espacios libres de estrés tremendamente beneficiosos para la salud, de tal modo que se ha descubierto que comer en un entorno doméstico o entre amigos aumenta la liberación de neurotransmisores asociados al bienestar, dando lugar a una sensación placentera, algo que no ocurre cuando se realiza aislado o en mala compañía.

Comparto con ustedes este inspirador vídeo que expresa con una sencillez pero a la vez una gran profundidad el sentido de la relación entre COMER JUNTOS y la FELICIDAD

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